Emisora Virtual de la Diócesis sonsón Rionegro

UN RETO
PARA TODOS

«La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia —tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27)— y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí». (Pablo VI. Ecclesiam Suam, 3)

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¿Qué significa renovar?

El término renovar tiene diversos significados:

  1. Hacer que una cosa esté como si fuera nueva: “la primavera renueva el verdor de los campos; la naturaleza se renueva día a día”.
  2. Restablecer una relación u otra cosa que se había interrumpido: “renovaron su amistad dos años después de dejar de verse”.
  3. Cambiar o sustituir una cosa por otra nueva o más moderna: “hay que renovar el cartucho de tinta; deberíamos renovar la maquinaria de esta fábrica; quiero renovar mi vestuario”.
  4. Cambiar una cosa que ya no es válida o efectiva por otra de la misma clase: “tengo que renovar el carné de conducir porque lo tengo caducado desde hace un mes”.
  5. Dar un nuevo impulso o carácter a algo: “la empresa se ha renovado”.

¿Por qué hay que renovar la vida cristiana en nuestro tiempo y en nuestra diócesis?

Hechos como la costumbre, la rutina, el cansancio, el desánimo, entre otros, pueden deteriorar y debilitar una comunidad o institución. Por lo cual se hace necesario inyectar nuevas esperanzas y energías, para que recobre su lozanía y vigor original. Pues bien, la vida cristiana, tanto en el ámbito personal como comunitario, en nuestro tiempo y en nuestra diócesis, está afectada por estos hechos, razón por la cual, se requieren acciones para devolverle a la fe su frescura y fuerza inicial.

¿Por qué es un reto?

Porque no es una tarea sencilla. Porque no es fácil precisar las acciones que se deben implementar. Porque hay que unir esfuerzos y recursos. Porque hay fuerzas contrarias que hacen difícil el camino. Porque las acciones que se deban implementar no darán resultados de forma inmediata.

Es un reto para quiénes

Es un reto para toda la diócesis. Para todos los agentes: obispo, sacerdotes, consagrados y laicos. Para todas las parroquias, instituciones y espacios de acción pastoral. Es un reto que nos compromete a todos y no a unos cuantos.

¿Qué ocurrirá si no asumimos este reto?

Si no tomamos las medidas oportunas el cristianismo en nuestras comunidades se irá deteriorando cada vez más; tendremos cristianos menos conscientes del valor de su fe, comunidades cristianas menos misioneras, parroquias más estancadas con menos fieles. Pero, sobre todo, no estaremos siendo fieles al mandato de Cristo de llevar el Evangelio a cada generación, no estaremos siendo fieles a la acción del Espíritu Santo ni estaremos siendo fieles a la Iglesia de Cristo que nos pide renovarnos constantemente con la fuerza de la gracia de Cristo.

¿Por qué para ser mejores discípulos de Cristo?

La renovación es para ser mejores discípulos de Cristo, más fieles al Evangelio, más coherentes con nuestra fe, más conscientes de nuestra misión evangelizadora.

El reto de la renovación de la vida cristiana responde a una solicitud tanto de la iglesia universal, desde cuando el papa Juan XXIII convocó el concilio Vaticano II hasta la solicitud directa del papa Francisco en la Evangelii Gaudium; como también a una solicitud directa de monseñor Fidel León, nuestro obispo diocesano, para esta nueva etapa de pastoral.

Una solicitud de la Iglesia universal

Ya el Papa San Juan XXIII, cuando convocó el Concilio Vaticano II, expresó la necesidad de traer un “aire nuevo” a la Iglesia. Y, posteriormente, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, indicó que “con oportunas actualizaciones y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales.”

Posteriormente, el Papa Pablo VI, retomando los criterios del Concilio, insistirá en la renovación de la Iglesia, la cual debe “aggiornarse – como proponía Juan XXIII – en fidelidad a su Fundador, atenta a los signos de los tiempos, dado que la comunidad cristiana no está separada del mundo, sino que vive en él. Por tanto, se trata de una invitación permanente a estudiar las señales de los tiempos y con su siempre agilidad “probar… todo y apropiarse lo que es bueno; y ello, siempre y en todas partes” (ES 19).

En esa misma línea, el Papa San Juan Pablo II, especialmente cuando invitó a la Iglesia a emprender una nueva evangelización con nuevo ardor, métodos y expresiones, señalaba la necesidad de una renovación pastoral con la mirada puesta en el futuro, como señala claramente en su carta apostólica Novo Millennio Ineunte. 

También el Papa Benedicto XVI expresó en su último encuentro con el clero de Roma (2013), la necesidad de una verdadera renovación de la Iglesia a la luz del Concilio Vaticano II: “Nuestra tarea es la de trabajar para que el verdadero Concilio, con la fuerza del Espíritu Santo, se realice y la Iglesia se renueve realmente.” Y así lo ratificó en sus últimos encuentros y alocuciones. 

Finalmente, el Papa Francisco ha expresado una y otra vez, en distintos espacios y medios, la necesidad de una renovación en la Iglesia: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración… Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación.» (S.S. Francisco . Evangelii Gaudium, 25. 27).

Una solicitud de nuestra Iglesia particular

Después de múltiples estudios, conversatorios y análisis, y luego de proponer un número considerable de retos, Monseñor Fidel León indicó que el gran reto de la diócesis en estos momentos históricos es, sin lugar a dudas, la renovación de la vida cristiana, que implica una renovación de los agentes pastorales, de las estructuras y del modo de hacer las cosas; solo entonces, con nuevas energías, con una mayor lozanía y vitalidad, la diócesis estará en condiciones de hacer frente a los demás desafíos que tiene en el tiempo actual.

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“Cielo y tierra, puede decirse,
se unen en la celebración del Concilio:
los Santos del Cielo, para proteger nuestro trabajo;
los fieles de la tierra, continuando en su oración al Señor;
y vosotros, secundando las inspiraciones del Espíritu Santo,
para lograr que el común trabajo
corresponda a las actuales aspiraciones
y necesidades de los diversos pueblos”.
(Juan XXIII. Discurso de apertura del Concilio Vaticano II.)

En la Iglesia todo proceso de renovación es obra del Espíritu Santo, en ningún momento es el resultado de afanes humanos de prestigio, competencia, afán de resultados, o cosas por el estilo.

Este hecho establece una diferencia radical en la naturaleza y dinámica de la planeación en la Iglesia con relación al mundo. Mientras que en las instituciones, empresas, administraciones públicas, etc., la planeación es fruto de estrictos protocolos y depende en gran medida del conocimiento, pericia y liderazgo de sus dirigentes; en la Iglesia acontece todo lo contrario.

El Espíritu Santo es el artífice y protagonista de toda obra de salvación en la Iglesia y en el mundo y jamás está sujeto a ningún protocolo ni menos a la habilidad de sus agentes. A veces acontece, y con mucha frecuencia, que Dios elige para llevar a cabo sus grandes obras a personas que no cuentan demasiado para el mundo:

“¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. De ese modo, ningún mortal podrá alardear de nada ante Dios.” (1. Cor. 26-29)

De esta forma, el Espíritu Santo, es el protagonista de todo proceso de renovación en la Iglesia, que el inspira de formas diversas:

  • Mediante los signos de los tiempos: Dios habla a través de este medio indicando dónde, cuándo y cómo debemos actuar.
  • Por inspiración divina: La cual suscita en el corazón de los fieles, ordenados, consagrados o laicos, la capacidad de entender los signos de los tiempos y al mismo tiempo de descubrir los caminos que Dios señala en ese momento.

Pero esta obra de salvación que Dios lleva a cabo en cada tiempo y lugar a veces no resulta fácil, porque se interpone el espíritu del maligno, que busca frenar o destruir la obra de Dios en el corazón de las personas y en la Iglesia; de ahí que se requiera de parte de los agentes pastorales y de todo el pueblo de Dios una permanente actitud de conversión, oración y discernimiento a la luz de la Palabra de Dios.